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FLEXIÓN Y EXPANSIÓN. Morfosintaxis del Español

INTRODUCCIÓN*

Desde un punto de vista eminentemente operativo podríamos intentar definir la gramática como el relevamiento y estudio de los elementos constituyentes de la lengua –en virtud de la idea de que ésta es el corpus adonde van a parar las capacidades totalizadoras innatas–; los mismos integran paradigmas dentro de los que se mueven en relación con otros de la misma clase e incluso con elementos propios de otros paradigmas. Tales movimientos y relaciones hacen que finalmente sean lo que son: así un sustantivo, que pertenece al paradigma de las clases de palabras, en su relación con otra clase de palabra, por ejemplo el adjetivo, pasa a integrar lo que se conoce como una Construcción Nominal, dentro de la cual uno de los aspectos que aparecen dignos de ser relevados es el de la concordancia morfológica; mas incluso en contacto con un verbo –otra clase de palabra– puede convertirse en un complemento a nivel sintáctico, de modo tal que ha entrado a formar parte de otro paradigma, el de las dependencias verbales, cuyo elemento vinculante es el verbo, no ya en su condición de clase de palabra sino de núcleo predicacional.

El tratamiento de la gramática a lo largo de la historia ha tenido en cuenta estas fluctuaciones y por eso ha dividido su campo de estudio según los aspectos que la componen: el sintáctico (para las funciones de las palabras), el morfológico (para detectar forma y variaciones de forma de las mismas), el semántico (todo lo atingente al significado) y el fónico (la materia física que hace que los elementos lingüísticos de los que venimos hablando sean antes que nada ‘sonido’) –en los últimos años ha crecido también el aspecto pragmático, que toma todos los otros en tanto y en cuanto actúan dentro de un contexto y una situación.

Sin embargo, el uso de la gramática a nivel escolar ha incurrido frecuentemente en el defecto de trabajar aislando los presupuestos provenientes desde cada aspecto, omándolos por separado y dedicándose a listados clasificatorios, con un fuerte sesgo nominalista (lista de nombres en definitiva), más dirigidos a ser aferrados por la memoria de los educandos que apuntando a una comprensión cabal, apropiada para resaltar funcionamientos dinámicos en lugar de etiquetamientos estancos.

Y mucho peor cuando se ha instituido el trabajo concreto de análisis de estructuras gramaticales nunca en su real naturaleza, o sea desligadas unas de otras, creándose lo que podríamos considerar una disciplina paralela a los aspectos mencionados, eminentemente práctica, llamada Morfosintaxis. Decimos peor pues en su desarrollo, por la sola asimilación de la morfología con la sintaxis ante la advertencia de que las formas de las palabras influyen en sus funciones, y esas funciones son sólo detectables gracias al entramado formal en que se desenvuelven los elementos a lo largo de un enunciado, las Relaciones a establecer desde un aspecto a otro obligan a miramientos fuertemente sostenidos por lo cambiante y lo moviente, lo cual inobjetablemente atenta contra aquellos listados que mencionábamos, tornándolos así inútiles, o poco aprehensibles, o distorsionadores del complejo multifacético que subyace al simple ejemplo del cual pudiéramos llegar a servirnos para la verificación de un postulado gramatical.

Nuestra pertenencia al equipo del Profesor Julio Balderrama torna obvio que estaremos acudiendo a sus enseñanzas de continuo para dar rienda suelta al desarrollo de una aproximación a la Sintaxis –con tratamiento paradigmático del corpus español por tratarse, claro, de nuestra lengua nativa.

Incluso, pueden consultarse nuestras producciones anteriores en la materia (“Hacia una Gramática de los mundos posibles”, “De la lengua a la gramática” y “Gramática = Lenguaje artificial + Lengua natural”), donde abundamos en citas literales y señalamientos de fuente que lo tienen a don Julio como principal destinatario.

Pero esta vez, siguiendo el principio de economía en el cual nuestro maestro insistiera pertinentemente –como uno de entre tantos de los aspectos dotadores de cientificidad del objeto en cuestión–, no estaremos nombrándolo a cada párrafo. Sí quedará inscripto a partir de ahora que haremos uso de sus teorizaciones sobre el lenguaje en general, y que su sesgo pedagógico siempre centrado en la apertura de las conciencias frente a los descubrimientos, en la amalgama de observaciones y en el sincretismo dirigido a la construcción de los mejores modelos posibles, nos servirá para hacer gala de la libertad necesaria con que abordar nuestra propuesta y dar el paso que creemos imprescindible para ponernos a la altura de los tiempos y sus potencialidades.

La gramática no es un conjunto de reglas del buen decir y escribir, y por lo tanto la faz descriptiva que se propone escolarmente sólo queda supeditada a un conocimiento primario de la lengua que se habla: en todo caso se tornará útil, en lo sucesivo, para el aprendizaje de lenguas extranjeras. Pero cuando mencionamos Gramática con un sentido intramundano, de efectos fisiológicos y anatómicos, e impulsos nerviosos, estamos más bien ateniéndonos a su posición en el cerebro humano, como rasgo distintivo y pormenor forjador del mundo. Se trata así de un dispositivo cerebral para ofrecernos en calidad de hablantes todas las capacidades que obedecen a tamaña prerrogativa, no sólo las concernientes a la lengua nativa a la que hemos arribado por ‘circunstancias y casualidades’, sino a las del conjunto de esas cualidades –una verdadera GRAMÁTICA UNIVERSAL, algo así como los Universales de los que ya hablaban los filósofos clásicos, especialmente Aristóteles, pero ceñidos aquí a los mecanismos de conciencia naturales.

Lo que debe intentar el ‘gramático’ es aproximarse lo más posible a ese dispositivo, a través de la construcción progresiva –y nos animamos a decir infinitamente insuficiente- de un sistema que pueda responder lo más cercanamente posible a las razones para que el cerebro guíe nuestro lenguaje a lo largo de su desarrollo y sus alcances.

La Gramática aparece de tal modo como el embrión del tema Lenguaje –ya que consiste en el desentrañamiento de los mecanismos que lo producen– y el lenguaje como el área Focal del conocimiento, desde donde resulta imprescindible abordar su desarrollo en integridad y no con un exceso de ‘epistemologización del objeto de estudio’ –hasta casi ‘independizar’ a las disciplinas que se ocupan de cada aspecto en particular, con el riesgo que eso inocula de separaciones arbitrarias de fenómenos que confluyen. 

Sería ideal conseguir diferenciar, gracias al trabajo gramatical integrado, los canales de acción del pensamiento de los modelos de conducta, pues aquél es anterior a éstos. La ‘lógica natural’ vincula fehacientemente las estructuras lingüísticas con la capacidad de pensar, y por ello su acervo debe ser tratado no acumulativamente sino de modo cíclico, progresivo (no cuantitativa sino cualitativamente). 

La lengua, en las circunstancias que aspiramos sea tratada, es sólo el corpus donde han de recaer los dispositivos motores y psíquicos de nuestra capacidad para el Lenguaje, y la Gramática el conjunto de tales dispositivos. Sus divulgadores e investigadores están así obligados a posicionarse frente al criterio científico con que la Gramática ha de explicar los procesos mentales relacionados con el lenguaje y el mundo, o sea, con la mismísima construcción de la realidad.

Cuando hablamos de ‘dispositivo cerebral’, queremos aludir a un Sistema psicofísico, compuesto de estructuras vacías al nacer, de perfiles delimitadores, de microfibrillas conectivas que se presentan proclives a encauzar encadenamientos de alta complejidad; compuesto también de sectores (faces), cuya fuente energética los pone en combinación con la totalidad del dispositivo (niveles de interfaz), hasta llegar a desembocar en un acto voluntario, muscular y expresivo, primero elemental y luego cada vez más elaborado –ocasión en que las estructuras vacías mencionadas comienzan a llenarse por influencia del contexto de situación–; merced a ese acto se consigue iniciar y desarrollar el atractivo sendero de la comunicación y de todas las otras construcciones para las que el lenguaje se encuentra dotado. Por ello decimos que estamos ante un dispositivo biológico, y a eso es a lo que llamamos GRAMÁTICA, y en tanto biología revela un marco de acciones posibles, forja una idea del mundo y traslada su propia conformación a la organización de esa idea, convirtiendo cualquier asunto humano en ‘evento interpretable’. Destina al ser a comprender y entablarse con todo lo que lo rodea. Fuerza centrífuga y centrípeta a la vez, la gramática se adueña tanto del deseo como de lo deseado.

Respecto del término convencional ‘gramática’, todas las culturas (al menos desde la hindú, hace veinticinco siglos, pues la de la lengua sagrada Sánscrito es la primera que se conoce) intentaron armar una explicación, no sobre el fenómeno que produce ‘lenguaje’ sino sobre lo producido ostensible. Inobjetablemente se hubo de recaer en lo observable, que no es más que el dato frente al que uno ejerce cierto dominio: el estudio estuvo mayormente centrado en las lenguas particulares, antes que en el lenguaje como un universal, y tal estudio resultó inevitablemente de base descriptivista en lugar de adecuarse a un auténtico sondeo orgánico y psicogenético, o sea biológico.

Por eso el abordaje que se intentó no llegó a ser más que una mera descripción de los acontecimientos motores y físicos que provocan el lenguaje, y que terminan traducidos en líneas más o menos homogéneas, cuyo conjunto deriva en los llamados ‘enunciados’; el objeto fue, entonces, el más próximo, la propia Lengua. 

No quitaremos importancia a la naturaleza social del lenguaje, ni al valor del léxico como reducto cultural. De lo que trataremos, no obstante, es de pensar la naturaleza lógica de las estructuras mentales que dan pie a la gramática, los módulos creativos y a la vez funcionales de la lengua. De allí que el contexto, o las influencias exteriores, para nuestro estudio, sean de nula importancia. 

Nos hemos propuesto en este libro un nuevo acercamiento al problema de la morfosintaxis, no desde un punto de vista meramente descriptivo, que establezca estructuras para un corpus correcto de expresiones lingüísticas, sino más bien desde un análisis explicativo que conlleve la formulación de principios que desarrollen las causas por las cuales se genera el lenguaje. La sintaxis, el núcleo duro de la gramática, el componente computacional que opera como principio creador de la lengua, es nuestro objeto de estudio. Explicar su funcionamiento es explicar el funcionamiento de nuestro pensamiento como seres humanos. Dado que el lenguaje es un hecho mental, la lengua es el medio por el cual se construyen los mundos posibles de la reflexión humana. Tarea de este trabajo de investigación es proponer una sintaxis que, desde la crítica, ensaye un modelo de análisis que no sea un simple cambio de nombres, nomenclaturas siempre caprichosas, sino un modelo abierto a la constante transformación, como lo merece una lengua –en este caso la castellana– puesto que toda lengua se halla inmersa en un constante proceso de cambio. Si bien la sintaxis parece ser la disciplina menos variable desde un punto de vista temporal, los efectos que la oralidad produce en el uso de la lengua, cotidianamente, requieren de explicaciones que viertan luz sobre la creatividad transformadora de los hablantes. 

Por ello, es preciso recuperar una disciplina que llegue a dictaminar formatos en los niveles de superficie lingüística pero que pueda penetrar en sus subyacencias. Lo puede hacer un programa como el de la sintaxis (o morfosintaxis, si queremos mantener el vínculo entre forma y utilidad, entre leyes de comprobación y partículas aprobatorias de esas leyes, y de paso, como dijimos al comienzo, dedicándonos a un tratamiento paradigmático de la lengua nativa). La (morfo)sintaxis parece ser un abrevadero común para la instalación en las lenguas de cierto orden de consumación de sus elementos. Más allá de las posiciones que les toque a los ítems respectivos, y de sus diferentes modos de enlace, la (morfo)sintaxis nos habla de enlaces y posiciones, razón suficiente para otorgarle primacía en su calidad de Postulado de Universalidad. Atisbar cómo son esas posiciones y esos enlaces en el ‘español’ constituirá la toma de partido por las Posibilidades de Ocurrencia, en esa lengua, de los entramados generadores del lenguaje en el ser humano.

Se trata entonces de intentar un sistema de acceso a la construcción del lenguaje, la cual se vuelve efectiva por vías de un dispositivo interno llamado Gramática. Tal sistema constituye una subteoría gramatical, consistente en principios y métodos de análisis. Su fundamento filosófico es que todo lo que sucede en el enunciado está destinado a suceder (se trata de MUNDOS POSIBLES –MP– contenidos en las propias unidades como facultad realizable), cosa que se comprueba a través de una ebp (expansión de base argumental), para el reconocimiento de los argumentos actuantes y de los sintagmas –stg– que integran el entorno circunstante.

En lo que nosotros nos proponemos, llevará a un tipo de análisis que supere el método estructural (sea a través de cajas chinas o como se prefiera la demarcación de funciones sintácticas en la oración). Aspiramos a que el análisis refleje la simultaneidad de los elementos del enunciado, posicionándolos tras una primera lectura interpretativa en sus respectivas líneas argumentales y circunstantes (y en otras zonas que se irán sumando a lo largo del recorrido), como también a asentar marcas de relación antes que de función, de ‘independencia’ activa de los sintagmas, con efectos generales de instalación de esas marcas, que vengan a reemplazar el gráfico escalonado de las ya tradicionales tácticas convencionales. Esta llevará a la desaparición de la primacía de la partición ‘Sujeto/Predicado’.

Hemos llamado “Flexión y expansión” al presente estudio ya que un principio básico rige su naturaleza: una lengua construye sus enunciados desde una naturaleza profunda en la que domina el verbo, núcleo creador de la expresión, y por ende, flexión primordial de la que surgen los argumentos que él requiera como sus complementos necesarios. En ese sentido, el verbo “se expande hacia sus argumentos”, llevando su significación hacia elementos que toman entidad sintáctica de acuerdo con leyes que la gramática debe explicar. 

La historia de los estudios gramaticales ha estado relacionada más con las ciencias sociales, que con las llamadas ciencias exactas. Excepciones como la gramática razonada de Port Royal, que observó la insuficiencia de la mera descripción superficial de los enunciados, o ciertos planteos desarrollados en el siglo XIX por Humboldt fueron la base para que en el siglo XX, de la mano de los estudios encabezados por Noam Chomsky, se abrieran nuevas perspectivas de estudio. El replanteo constante, la revisión de ciertos conceptos considerados posteriormente como erróneos, no invalidan tales estudios. Muy por el contrario, sus revisiones consideran aspectos que los primeros esbozos habían descuidado, como lo era la simplicidad transformacional que se opera al momento de generar una determinada expresión. La concepción genetista del lenguaje ha significado un avance singular, toda vez que las tradicionales concepciones sociales no podían explicar la enorme creatividad que el hablante posee a la hora de exponer sus ideas a través de la palabra. La reflexión que el hablante realiza sobre su lengua, una reflexión de naturaleza inductiva, es el punto de partida sobre el cual el lingüista construye sus investigaciones. 

Bien sabemos las críticas que se han realizado, desde diferentes enfoques científicos, al principio por el cual el hablante posee un saber intuitivo de su lengua (1). Sin embargo, tales críticas, que parecen no tener en cuenta la capacidad de la que hace gala un niño a los dos años para desarrollar su lengua, no consideran el simple principio de la unidad de todas las lenguas sobre una base sintáctica común. La Gramática Universal (2), su concepción teórica, simplifica la previsible complejidad que parece observarse, superficialmente, al compararse una lengua con otra. Aunque esas diferencias parezcan enormes, su más profunda sintaxis se sostiene sobre principios comunes. 

La superación del modelo de análisis estructural deviene, pues, una necesidad, toda vez que los parámetros de análisis se vuelven insuficientes a la hora de explicar los elementos de profundidad que sustentan la estructura superficial de una oración. 

La clasificación de las palabras, modelo que la escuela ha venido repitiendo desde hace ya muchos años, no ha tomado en cuenta que muchos de los principios en los que se basa dicha clasificación son erróneos, al menos desde la más simple de las miradas: aquella que intenta conectar una definición meramente teórica con el funcionamiento práctico que se hace de las palabras en un enunciado oracional. Por ejemplo, tomemos el caso de los artículos, vistos como una clase diferente, independiente de las funciones pronominales, cuando sería mucho más simple su incorporación al orden de los sustantivos pronominales. Desde este punto de vista, una oración como “La mejor de las derrotas no deja de ser una derrota”, permite observar en el Sujeto “La mejor de las derrotas” que el llamado artículo “La” es el núcleo, pues es esa palabra la que ha asumido la significación sustantiva, con variante morfológica en género y número, frente al adjetivo “mejor” que, desde su invariabilidad genérica no retiene la significación de la sustancia. Esto es: un artículo (un pronombre determinante, valdría llamarlo) adquiere el significado del sustantivo al que se refiere (derrota), funcionando claramente como pronombre. 

La clasificación semántica de las palabras, pues, debería ser profundamente revisada, hecho que intentamos plasmar desde el mismo funcionamiento sintáctico, para explicar su naturaleza de palabra en sí, como componente del entramado que es una oración. Este problema, el de la clasificación semántica de las palabras, es antiguo, pero no resuelto aún. Los griegos ya lo habían intentado desde dos concepciones contrapuestas: desde el racionalismo platónico, que simplificaba los elementos constitutivos fundamentales a dos, el NOMBRE (Ónoma) y el VERBO (Rema) que permitían la predicación, hasta la clasificación primaria de Aristóteles, que auspiciaría las futuras “clases de palabras” de los estoicos, fundamentalmente desarrolladas desde una concepción empirista del lenguaje. Los esfuerzos clasificatorios del estructuralismo en el siglo XX han dejado sin respuesta muchos de los interrogantes sobre el funcionamiento de las palabras,  para centrarse en la clasificación por la clasificación en sí, separando los aspectos morfosintácticos de los semánticos, lo que ha provocado un atropello del mismo funcionamiento natural del lenguaje, del comportamiento que hacen las estructuras más profundas del lenguaje a través de la estructura superficial. Los alcances teóricos del funcionalismo, en ese mismo sentido, abren la perspectiva de análisis, aunque manifiesten algunos equívocos teóricos heredados del mismo estructuralismo (3).

Desde este mismo planteo crítico, creemos necesaria la revisión, también, del modelo comunicacional que aparece como dominante en la enseñanza y en el estudio sistemático de la lengua. Debemos tener muy en claro que la lengua, como sistema gramatical y como parte inherente del hecho consciente, no puede quedar exclusivamente reservada al acto comunicativo. El hablante organiza su comprensión del mundo e imagina nuevos mundos posibles, desde su propia capacidad reflexiva. El lenguaje no deviene, por ello, un hecho meramente comunicacional, sino de características reflexivas, subjetivas, que requiere para su manifestación comunicativa de un enorme esfuerzo interpretativo de parte de los actores del hecho en sí. La compleja relación entre la mente y el lenguaje es un tema fundamental al momento de estudiar cómo se desarrolla el lenguaje, pero también es un elemento claro que permite considerar los verdaderos alcances que el lenguaje posee para los seres humanos, más allá de los actos comunicacionales en los que participe el hablante. La construcción del mundo es un proceso mental que utiliza al lenguaje como material para la interpretación, pero además para la simbolización personal que el mundo fenoménico ofrece al hablante. La construcción personal del mundo lingüístico conlleva un esfuerzo semántico que el ser humano construye desde la interacción social, hacia su mundo interior. El lenguaje, su estructura más profunda, aquel objeto que el lingüista persigue con interés, no puede quedar relegado al mero hecho del habla; la lingüística debe sumergirse en la materia mental que construye el lenguaje, recurriendo para ello a los aportes psicológicos, que no habían sido desdeñados por Humboldt o por los neogramáticos alemanes del siglo XIX y que bien permitirían considerar al lenguaje como el elemento clave del reservorio inconsciente. En este sentido, los estudios desarrollados por Jacques Lacan acerca de la naturaleza lingüística del inconsciente son de vital importancia para profundizar en dicha naturaleza del lenguaje.

¿Qué y cómo se expande? (4)

Comencemos por pensar que el verbo, como palabra, es el elemento creador. De él surgirá la expresión, la oración, si se quiere un nombre más común. ¿Cómo es esto?

Pensemos en una piedra arrojada en un lago. Una vez que se produjo el impacto, vemos ondas concéntricas que se desarrollan desde el lugar del impacto hacia la periferia, cada vez más alejadas de su centro. Bien, retengamos esa imagen. Porque la oración, y por ende aquellos fragmentos o totalidades que conforme con otras oraciones, surge de un elemento que alcanza el nivel de la explosión gramatical en la mente del hablante: el verbo. El verbo, pues, es la piedra de la metáfora anterior. Y de su flexión nacerán los círculos concéntricos, más cercanos o más lejanos, que complementarán su tarea del decir. 

En este caso hablaremos de flexión verbal. La expansión de la base predicacional que él genera autoriza la aparición de tres argumentos: 1ª argumento (Agente de la flexión), 2ª argumento (Paciente de la flexión) y 3ª argumento (Tema o Destino de la flexión). Todo ello se vuelve comprensible con la noción de “SIGNIFICANTO” que consideramos necesario incorporar a la hora de establecer un concepto concreto que participe del SIGNIFICADO pero que se materialice como SIGNIFICANTE en la misma dimensión de la oración, y que podríamos relacionar con la teoría de los casos que las gramáticas de las lenguas flexivas, como el griego y el latín, mantienen en la misma naturaleza morfológica de las palabras (5). Sin embargo, no debemos trasladar el ya de por sí complejo concepto de los casos a los argumentos planteados en esta morfosintaxis, puesto que la misma concepción de caso ya ha sido utilizada en otros momentos para la lengua castellana demostrándose como un fracaso epistemológico, ya que nuestra lengua materna, como todas las lenguas romances, ha perdido la característica morfológica o flexiva que el caso guardaba en las lenguas clásicas, reemplazándolo por un complejo sistema de preposiciones que funciona no siempre para los mismos argumentos en la oración (6). En este sentido, queda claro que el término “Flexión” que utilizamos para este trabajo no conlleva en sí el que poseía en las lenguas flexivas, sino un término específico que reservamos sólo para el verbo  como ese núcleo que se expande hacia los argumentos. 

El verbo, como dijéramos en oportunidad anterior (7), atraviesa los argumentos, y los genera. Nótese que el primer argumento, desde el punto meramente del análisis sintáctico, consiste en el sujeto, lo que lo encuentra separado de la base predicacional en principio. Sin embargo,  a lo que nos referimos aquí cuando decimos que el agente nace o se genera del verbo es a que el verbo es el que determina la posibilidad de existencia de sujeto, toda vez que, en ciertos casos el verbo no lo requiere. A todo esto (8), agreguemos que la pronominalización del sujeto, como ocurre con las lenguas no flexivas como el inglés, se hace presente en la oración por obra de una especificación que el hablante quiere realizar al momento de enunciar la misma. Las llamadas formas no personales del verbo –participio, infinitivo y gerundio– también conllevan un pronombre que no mencionamos al momento de la enunciación, pero que está inserto en la estructura profunda de la oración. Veamos el siguiente ejemplo: 
“Vi bailar durante toda la noche.”
El sujeto de esta oración, como queda claro por la desinencia verbal es “yo”, la primera persona. Pero, al momento de observar sobre quién recae el hecho de “bailar”  pensamos en un “ella” al que hace referencia la forma pronominal acusativa “la” que inicia la oración. Su transformación podría ser “La vi que ella bailaba durante toda la noche”, con lo cual el infinitivo bailar, que encierra una acción determinada, no necesita expresar en nuestra lengua un sujeto, pero sí lo sobreentiende. Del mismo modo ocurre con “La vi bailando durante toda la noche”. 
La impersonalidad en castellano conlleva la tercera persona del singular. Incluso en oraciones con sujeto infinitivo, o de otra naturaleza semántica, esto se repite como podemos observar en los siguientes ejemplos: 

  • “Trabajar es un derecho.”
  • “Es tarde para iniciar esa tarea.”
  • “Mañana será tarde para eso.”
  • “Estudiar todo parecía imposible.”
  • Observemos el siguiente ejemplo: 
  • “Juan obsequió bombones a su esposa.”

Desde nuestro análisis, podemos constatar lo siguiente: 

                                          Campo argumental
                                      
                                                     O
                                                        b
     Primer argumento                     s             Segundo argumento
      “Juan” (Agente)                       e             “Bombones” (Paciente)
                                                        q
                                                        u          
                                                        i              Tercer argumento
                                                        ó        “esposa” (Tema o destino)
La oración, desde nuestro planteo de análisis, aún no ha recibido las funciones sintácticas que se asignan en un análisis superficial, esto es “Sujeto/Predicado”, “Verbo y modificadores”, sino que, desde la concepción del “SIGNIFICANTO” como nivel previo a la estructura sintáctica superficial, lo que notamos son el verbo y sus argumentos, a los que posteriormente reconoceremos en sus funciones sintácticas. De ese análisis hablaremos en este libro.

Pero, en mérito del rigor científico del sistema, para llegar a acaudalar esos logros metodológicos debemos promover de nuevo un ‘lenguaje formal’ que sirva para lanzarnos desde él, y elegiremos uno no muy diferente del que permanece en boga, con las apropiaciones en las que ya hemos venido incurriendo –todo lo cual servirá además para una inclusión pedagógica y una invitación orgánica a encarar la transformación.

Ese lenguaje se compone de nomenclaturas funcionales (S –sujeto–, P –predicado–, OD –objeto directo–…); estructurales (morfológicas: EL –expansión lineal–, Fcj –frase conjuniva–, UP Sust –unidad proposicional sustantiva–…; y fónicas: Mx –matriz–, MA –miembro aislado–, M. ABS –miembro absoluto–…), y debe estar sostenido por criterios de:

  • Economía (no usar más denominaciones que las estrictamente necesarias ni tratar casos por vías accesorias).
  • Recursividad (cada unidad descomponible como Mundo Posible puede contener cualquier fenómeno que haya sucedido o vaya a suceder fuera de ella).
  • Sucesividad (cada campo es devenible en otro, por ejemplo: de lo sintáctico a lo morfológico o viceversa, de lo morfológico a lo morfémico o viceversa, de lo morfémico a lo semántico o viceversa…).

Operativamente son cosas a tener en cuenta:

  • Sintagma
  • Relaciones sintácticas
  • El concepto de Unidad Preposicional (UP)
  • Clasificación de palabras (verbo, sustantivo, adjetivo, adverbio, interjecciones, conjunciones, preposiciones, cuasiafijos, PRONOMBRES)
  • Diferenciación de nomenclaturas funcionales, morfológicas y fónicas
  • Funciones sintácticas
  • Reconocimiento y análisis de UP dependientes
  • Miembro Aislado –y cuestiones anexas como Construcción Absoluta, Miembro Absoluto, Circunstanciales generalizadores–
  • Conjugación Perifrástica Casos del SE
  • Estructuras especiales
  • Período oracional como pasaje a la Gramática Transoracional (donde la oración no es vista como unidad máxima de análisis).

Para consolidar la subteoría que resulte del desarrollo que antecede es preciso confeccionar una Metateoría capaz de explicar cómo se han alcanzado las soluciones propuestas, y que a la vez esté en condiciones de aceptar contraejemplos y confrontación con otras teorías.

Epistemológicamente, la Gramática es en sí inalcanzable, pues se trata de una propiedad genética cerebral/mental, y por lo tanto el gramático debe ser consciente de que trabaja con un instrumento de aproximación a esa propiedad, el cual por generalidad de aspectos, como vimos, insistiremos en nombrar Morfosintaxis (no porque inventamos ese nombre, sino con el nuevo sesgo acuñado). Su desenvolvimiento en el marco social, o sus distorsiones orgánicas y conductas especiales, las especulaciones en torno de sus valores y desencadenantes en la vida personal, sus registros zonales o históricos, y demás concomitancias, deben caer bajo el dominio de disciplinas anexas que se ocupan del lenguaje de manera periférica: la Sociolingüística, la Neuro y Psicolingüística, la Filolingüística, la Geografía Lingüística y Etnolingüística, en fin, la Antropología y las ‘Ciencias del hombre’ con arreglo hacia una estrechamiento de lazos con las Ciencias llamadas ‘naturales’ (como hemos tratado de decir en esta breve exposición), al modo del generativismo en Lingüística, operando prácticamente con fórmulas matemáticas para la reconstrucción de las propiedades gramaticales innatas.

Por último, dividiremos el recorrido en cuatro unidades progresivas, temáticas y con distintos niveles de ejercitación propuestos. Parecerá que nos ajustamos al ‘análisis sintáctico’ ortodoxo (con nuestros giros personales, claro), pero nos dirigiremos a un diseño de actuación del dispositivo en el momento de producir cada discurso (oración o no –por insuficiencia o por desborde–). La quinta unidad quedará totalmente dedicada al tratamiento de la Morfémica, para completar, desde el afrontamiento de los mecanismos principalmente diacrónicos para la formación de vocablos y partículas, la conjunción entre la naturaleza del individuo y su historia personal, es decir, la fusión entre su diccionario adquirido y sus condiciones intrínsecas para establecer el ‘espacio significativo’ (la oración) en el que habrán de desenvolverse los especímenes siempre en cantidad creciente (vocablos), presentes en dicho diccionario.

Gustavo Manzanal y Sebastián Porrini

*prólogo a la edición impresa


(1) Consúltese, para este fin, Itkonen, Esa. ¿Qué es el lenguaje? Introducción a la filosofía de la lingüística Madrid. Biblioteca Nueva. 2008. 

(2)  Para este concepto, resulta útil consultar algunos de los múltiples escritos lingüísticos de Noam Chomsky, como su Lingüística cartesiana, Editorial Gredos, Madrid, 1969. 

(3) Para un análisis de los planteos sobre este tema desarrollados por el estructuralismo, el funcionalismo y el generativismo véase Giammatteo, Mabel y Albano, Hilda ¿Cómo se clasifican las palabras? Editorial Biblos. Buenos Aires, 2009, o el más teórico Introducción a la semántica de Ángel R. Fernández González, Salvador Hervás y Valerio Báez. Cátedra. Madrid, 1989. 

(4) Recomendamos la lectura de los capítulos “La premodernidad en Lingüística (los estudios anteriores al siglo XX)” y “En torno a Jacques Lacan” de Genealogía de estudios sobre el lenguaje de Gustavo Manzanal, C.E.A. Buenos Aires, 1997. 

(5)  Cfr. Agud, Ana. Historia y teoría de los casos Editorial Gredos. Biblioteca Románica Hispánica. 306. Madrid, y Mársico, Claudia T. Polémicas y paradigmas en la invención de la gramática ORDIA PRIMA, Studia 3. Córdoba. 2007.

(6) Obsérvese, en este sentido, Benot, Eduardo. Los casos y las oraciones Editorial Albatros. Buenos Aires, 1940. Que intenta establecer una amalgama entre los supuestos casos en nuestra lengua para dejar así abierta la puerta al estudio de las lenguas clásicas.  

(7)  Manzanal, G. y Porrini, S. Gramática = Lenguaje natural + Lenguaje artificial Ediciones Nuevos Tiempos. Buenos aires. 2010.

(8)  Es el caso, en castellano, de los verbos impersonales. Se nos dirá que en otras lenguas, tal sujeto es siempre requerido por el verbo. Responderemos a esta objeción que la falta de flexión de naturaleza morfológica convierte a esos sujetos en nulos, casi como afijos fuera de toda interpretación semántica.