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En el tiempo perdido de la búsqueda, de Sebastián Porrini

       El reloj de la plaza se detuvo y la hora que sigue marcando es ilusoria. Ahora, los paseantes no saben en qué hora viven. No está mal. La eternidad es una plaza en la que nadie se detiene a ver la hora.* ***    El Río de la Plata, según me informa Juan José Saer, tiene la superficie de Holanda. Y ese pequeño país se construyó junto a un mar al que le robó...
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